Juguemos un juego, el juego de la patada.
Yo hago presión sobre mi vientre y tú respondes con una patada. Juguemos todo lo que tú quieras, a veces dos, a veces cinco, a veces hasta 15 minutos.
Tú comienzas. Cuando estés despierta patea, o codea o cabecea con fuerza. Luego mami responde a tu patada presionando con la mano en el último lugar dónde golpeaste y te dice "Patea bebé, patea". Tú te tomas tu tiempo pero siempre respondes con una patada, a veces muy sutil, otras veces más fuerte, y así establecemos una comunicación basada en nuestros movimientos.
El juego de la patada me lo enseñó Beatriz, una señora muy inteligente con la que hice un curso prenatal. Ella estaba angustiada porque yo estaba en la semana 16 y tú no pateabas. Yo le decía "tranquila, ya pateará". Y así fue. Pateaste por primera vez cerca de la semana 20 y yo me sentí más mamá que nunca. Tal como dice el libro Qué esperar cuando se está esperando nada es más prueba de que se está embarazada que los movimientos fetales; ni los ecos, ni los malestares, ni escuchar los latidos del corazón. La primera vez que uno siente a su bebé es que entiende que tiene a una persona creciendo adentro.
Cuando empezamos a jugar yo intentaba presionando mi vientre y diciéndote "patea, pequeña, patea" pero tú no respondías. Me dije que tenía que tener paciencia, así que seguí. Todos los días, cada vez que te sentía te hacía presión y te decía que patearas. Tomó unos días pero al final lo lograste. Ahora sólo basta que presione un lugar de mi vientre para que tú, pulga adorada, me respondas con un golpecito. Son nuestras primeras conversaciones. Comenzamos a comunicarnos en un lenguaje muy íntimo que sólo tu y yo, y a veces papá, entendemos. Un lenguaje, que espero, nos una por siempre.
Patea mi pulga, patea. Mami te escucha.