martes, 29 de noviembre de 2011

Vivamos esta etapa

Mirando en retrospectiva puedo darme cuenta de que muchas de las etapas más importantes de mi vida pasaron por mí, más yo no pasé por ellas. Me explico, cuando me casé, por ejemplo, trabajaba 15 horas diarias en promedio y todos los preparativos de la boda se los dejé a mi mamá. Así, llegó el gran día, yo me presenté en mi iglesia vestida de blanco, caminé al altar, dije si quiero, bailé y celebré en la fiesta y listo. Mi presencia en todo el proceso no debe haber durado más de 10 horas.
Así fue también cuando viví en Nueva York. Inmediatamente después de terminar el postgrado empecé a trabajar en un periódico comunitario que resultó un desastre sólo porque del miedo de quedarme sin hacer nada tomé la primera oportunidad que salió. 
Es como si hubiese estado montada en un tren y hubiese visto pasar delante de mis ojos episodios de mi vida sin tener chance de apreciarlos, acariciarlos y vivirlos.
Una serie de circunstancias y una decisión consciente se juntaron para que mi embarazo fuera diferente. Como apenas hace 4 meses que me mudé a Caracas - y bajo el hecho obvio de que ninguna empresa me iba a dar empleo embarazada- decidí más bien trabajar a destajo desde la casa y sólo en proyectos que me atrajesen. Para mi, que toda la vida he trabajado en una oficina a un ritmo de 10 a.m. a 10 p.m. (sí, los periodistas comenzamos tarde en la mañana) este cambio ha sido radical y ha venido con grandes satisfacciones y algunos bajones. 
Amo tener el tiempo para caminar todas las mañanas en el parque, para hacer yoga prenatal, para leer cuanto libro de embarazo se me cruce por el camino, para hablarle a mi pulguita, ponerle música, decirle cuánto la amo, para simplemente contemplar en el espejo mi gran panza, y para poder VIVIR, así en mayúscula, esta etapa sin perdérmela. Me ha costado, claro está, acostumbrarme a trabajar por mi cuenta, a no poder chismear en la tarde con los amigos de la oficina, a tener que hacer mi coffee break sola, y sobretodo ha sido difícil entender que está bien, que es válido bajar el ritmo, que no tengo por qué sentirme culpable, que estoy haciendo exactamente lo que tengo que estar haciendo. 
El otro día me encontré con una vieja amiga -especie de mentora periodística- y le comentaba que me sentía un poco mal porque creía que podía estar haciendo más, trabajando más horas, inventando nuevos proyectos. Ella, que es una especie de hermana mayor, me dijo "Carla, eso no tiene sentido. Lo más importante en tu vida ahorita es este bebé, disfruta cada momento que no sabes lo afortunada que eres" y pasó a relatarme como ella tenía tiempo buscando un bebé sin ningún éxito. A menudo me recuerdo de la conversación con mi amiga, y cuando siento el impulso de hacer cuatro reportajes a la vez, en vez de uno cada quince días, me dijo, "No, esta etapa es demasiado importante como parar perdérmela también". 

2 comentarios:

  1. Que lindo escribes Carlita! Yo siento que en parte me perdi mis dos embarazos por estar tan preocupada de cuano pesaba. Ser madre es lo mejor del mundo, no tiene comparacion, y tu y Andres seran perfectos padres de su pulguita linda.


    Yolanda

    ResponderEliminar
  2. Yola gracias por leerme. Que bueno que te gusta el blog. Sí, uno se ataca mucho con el peso pero yo creo que uno debe llegar a un punto en el que coma sanamente sin abusar pero sin preocuparse de cuanto se está engordando. Mi médico tiene esa filosofía y me encanta. Ojalá sea como tu dices y seamos buenos padres. La verdad es que da miedito. Ojalá un día podamos coincidir las dos familias en algún viaje para así poder conocer a Lucas y Gaby.
    Te mando un abrazo!

    ResponderEliminar