Alana se mira las manos embelesada, como descubriendo un tesoro
cautivador que, sabe, nunca la va a abandonar. Se mira la izquierda y
llevarsela a la cara, justo enfrente de los ojos, requiere toda su
concentración. Luego se mira la derecha y la abre y la cierra, la abre y la
cierra. Parece casi mentira que ya tiene casi tres meses en casa.
Alana es serena pero observadora y si uno la interrumpe o la
agarra desprevenida lanza un chillido que asusta. Es observadora y sus ojos,
grandes y achinados (como los de su madre), son su mayor fuente de distracción.
Aunque al principio la hacía llorar, ahora le gusta pasar horas en la mesa de
cambiar, mirando en el techo las haditas del móvil que Pulgapapá y yo le
hicimos.
Alana escudriña mi rostro mientras yo la cambio e intenta hablar
con desespero "giiiii, giii". ¿Qué estará diciéndome? Ese es uno de
nuestros momentos. Yo le invento canciones, le hago masajes, le estiro sus brazos
y piernas, le hablo a su barriga, y algunas veces llamo su atención con una
maraquita o algún otro juguete. Ella, mientras esboza una media sonrisa; así
como la de la Mona Lisa. La Monalana la he bautizado yo.
Alana es seria. A pesar de todos mis intentos por hacerla reír,
ayer fue que finalmente soltó su primera sonrisa. En lugar de reír, ella
prefiere fruncir el ceño cada vez que intenta descifrar algo o se encuentra
ante una situación que no la convence.
Como la bebe que es, a Alana no le gusta su cuna. O al menos no
le gusta todo el tiempo. En las noches duerme allí, claro, pero hay que
pasarla una vez que esta profunda porque si no se despierta. Por lo general se
queda dormida después de que la amamanto, con una mano sobre mi pecho, y su
mejilla recostada en mi piel (sencillamente adorable).
En sus ratos libres, es decir, cuando no está durmiendo ni
comiendo, a Alana le gusta mirar el canal de bebés. Se queda lela por minutos y
se dibuja en su cara una expresión de calma. Le gusta mirar la tele mientras yo
la tengo en brazos y nos balanceamos en el mecedor. El movimiento la calma y
así puede pasar hasta 15 minutos.
Le gusta también dar paseos por la casa, o por el jardín, y aún
más por el parque o por algún lugar público. Y es que curiosamente el gentío y
el bullicio la tranquiliza. Cada vez que hay una reunión en la casa o que vamos
de visita a algún lado ella se queda serena examinándolo todo y con cara de
"¿qué estará pasando?"
Alana es tranquila pero fuerte (de carácter y físicamente).
Cuando le hago algo que le molesta (tipo cortarle las uñas o colocarle gotas en
la nariz), bate sus pequeños bracitos hasta lograr que quite las manos de
enfrente de su cara. Cuando la abrazo fuerte, en cambio, se calma de inmediato
y comienza a frotar su cara sobre mi blusa (algo que suele hacer Pulgapapá con
la almohada cuando duerme) como buscando el acomodo perfecto.
Al contrario de muchos bebés, a Alana no le gusta su bouncer. La
siento en él y a los cinco minutos está llorando de fastidio. Algo parecido
pasa con el baby gym. A pesar de que se queda allí un buen rato, no pone su
cara de placer absoluto. Pero cuando le muestro su muñeca Emily (una muñeca de
trapo muy colorida) se queda absolutamente fascinada. Lo mismo ocurre con una
ballena blanca y negra y con la pandereta multicolor y con sonido que le regaló
mi hermano.
Tal como su madre, a Alana le gusta la noche. En la mañana
duerme interminables horas, pero de 6 a 11 pm está con los ojos pelados y
dócil. Esa es la hora en la que Pulgapapá comparte con ella, la baña, le canta
canciones, la pasea y le toma fotos. Muchas fotos.
Alana
es divina y hermosa y cada día que pasa descubro en ella algo nuevo que me
maravilla aún más.